Mi padre trabajaba en la represa, mi madre en la lavandería de la villa. Cada vez que llegaba el día en que cobraban, ahí estaba yo, infaltable, sentado en la puerta de la lavandería esperando a que mi mamá saliera para pedirle unos pesos (o australes). Aunque nunca era mucho, era lo suficiente para ser debidamente gastado en alguna revista, golosina, o juguete al que le tuviera ganas.
Frente a la lavandería había un quiosco de un tal Nievas, y creo que la sucursal de un banco...
En el estacionamiento de la lavandería, algunos sábados (no se si una vez al mes, a veces no recuerdo todo lo que quisiera) solía funcionar una feria, con comerciantes que venían a la Villa y vendían lo que sea donde fuese, en el baúl de un auto, en algún carrito, en el interior de una combi, etc.
Para mi sorpresa, aun queda algo en pie de esa lavandería, con lo que pude sacarle algunas fotos y volver con ellas a casa, para que las vea mi viejita.
Hasta la próxima.
Miguel